ACCIDENTE PERIÓDICO

 

ACCIDENTE PERIÓDICO



            No tuve otro remedio que llevar al periódico al Dr. Eckermann, era lo único que podía hacer.
            Estaba hojeándolo mientras hacía mis necesidades como cualquier persona normal; hasta ahí todo bien. El problema llegó después de tirar de la cadena. Se me cayó de la mano no se ni como, pero la cuestión es que se me cayó dentro de la taza. Lo viví como un accidente fatal; se había empapado completamente, era como una sopa de letras.
            Era un montón de papel mojado, dios mío. Encima en pleno invierno, que, a la mínima que te da el airecillo, te aseguras el coger un catarro. Rápidamente tendí las páginas sobre la silla de al lado de la terraza, la cual dejé abierta; «esa debía ser la mejor solución» pensé, pero debí pensarlo mejor: las palabras se quejaron, se arrugaron y empezaron a temblar del frío hasta el punto que ni ellas mismas se entendían.
            En ese momento tuve una pequeña crisis, quizás no reaccioné todo lo rápido que pude, pero mi intención era la mejor, lo juro. Abrí el armario, empecé a tirar camisas y americanas al suelo y acabé encontrando un abrigo de María que dejé sobre la cama. Acurruqué las páginas en la parte interior y los bolsillos del mismo. Estuve un rato con la oreja pegada al pecho del abrigo intentando captar algún tipo de latido, pero nada. Llegué a imaginarme las situaciones más terribles mientras me preparaba para salir hacia la consulta del doctor: el diario en coma, tirado sobre la camilla, el doctor amputando algunas páginas o haciéndole una reconstrucción de rostro. De camino al médico, me di cuenta de que era demasiado tarde: la letra estaba muerta, sepultada por la propia tinta que la había conformado.

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